El barco fantasma y la Princesa de la isla del Barón

Una ciudad portuaria como es la ciudad de Cartagena, bañada por las aguas del Mar Mediterráneo, no podía dejar de tener leyendas relacionadas con barcos fantasmas y sobre todo alguna que otra relacionada con nuestro Mar Menor. 

Una de estas leyendas nos cuenta que el ilustre noble don Luis Garre, pacense de nacimiento, cayó enamorado de la bella joven doña Leonor de Ojeda, cartagenera hija del alcaide del Castillo de la Concepción, y prometida de don Carlos Laredo, morisco que se hacía pasar por cristiano viejo. Luis Garre descubrió el secreto de su adversario y lo denunció a la Inquisición, que lo ajustició en la hoguera. Dos años después, de vuelta don Luis en Cartagena, fue citado por la hermana de don Carlos en secreto, quien le hizo beber una pócima para adormecerlo y llevarlo a una galera, donde serviría como galeote por venganza. Dicen que don Luis consiguió escapar y con ayuda de una antorcha se abrió paso por la bodega, pero el barco viró bruscamente, la antorcha cayó y prendió el barco hasta que quedó reducido a cenizas. 

De acuerdo con la leyenda, el caballero está condenado a revivir su trágico final hasta la eternidad; así se dice que en las madrugadas del Día de la Virgen, cada 15 de agosto un estruendo que recuerda a una explosión o un potente cañonazo anuncia la aparición de la galera envuelta entre la espesa niebla del amanecer de Cartagena y termina desapareciendo con los primeros rayos del Sol.

Por otro lado, el Mar Menor cuenta con una leyenda envuelta también en una bruma de misterios. La Princesa triste conocida también como la Princesa Rusa; según nos cuentan las personas de aquel lugar se dice que hace bastante tiempo, la isla conocida como la isla del Barón, fue lugar una antigua penitenciaría española y lugar de cautiverio del noble Julio Falcó que  tras acabar su cautiverio en el año 1878 y embelesado por la belleza de la ínsula, la compró para ubicar su residencia en el Mar Menor.

 

Su inmensa fortuna le permitía celebrar fiestas y eventos en su nueva residencia para que todos pudiesen admirar su nueva adquisición; es en una de estas celebración donde se enamora de una joven princesa rusa que no tardaría en casarse con el Barón de Benifayó, don Julio Falcó d’Addade de la casa italiana de Saboya. Como era habitual, la boda era por compromisos más que por amor, por lo que aquel Barón nunca consiguió enamorar a la joven Princesa.

Conforme iban pasando los días era normal ver a la Princesa sola y sentada frente al mar, durante horas se quedaba en silencio observando el horizonte con la mirada perdida y sumida en un dolor mudo. Conforme el Barón iba viéndola día tras día, su rabia e impotencia crecían y llegó a la conclusión de que la princesa nunca la amaría.

El Barón, celebró una de las habituales fiestas y la joven princesa abandonó la muchedumbre de aquel palacio para perderse en sus pensamientos en aquella cala que solía visitar. El Barón ciego de rabia vio que era su oportunidad y mandó a uno de los criados a matarla.


Según dicen nadie volvió a ver a Princesa y cuentan algunos de los más antiguos pescadores de la zona que en los atardeceres puede verse en la cala la silueta de una joven que, como una sombra, se difumina entrando en aquellas aguas.

 


Editado por Antonio Pérez Díaz

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Fuentes del artículo: Archivo Municipal de Cartagena / elmausoleo.jimdo.com

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