María Oliva y la Casa del Cónsul (Cartagena)

Historia cartagena, esta vez de la mano del cónsul alemán Enrique Carlos Fricke y María Oliva Gutiérrez. Nació en Cartagena y se casó con el cónsul alemán donde posteriormente pasó a llamarse María Oliva Fricke, el cual tuvieron un hijo que colmaban y equilibraban su vida.
Pero pronto terminaría esta placida armonía cuando María Oliva, se dejó el alma y la esperanza, que cada día perdía hasta que su corazón desistió y encerrada en su casa dicen que allí aguardando se quedó.

Tenemos que remontarnos a la Segunda Guerra Mundial, cuando su hijo Carlos Fricke, fue enviado a las filas del ejército. María Oliva intentó por todos los medio que su hijo no fuese a la guerra, pero sus motivos y esfuerzos fueron negados; ya que su marido con el cargo que tenía de cónsul en Cartagena y el orgullo de ver a su hijo en el frente, fueron más que suficiente para que el hijo marchase. En 1944 en el frente de Rusia, Carlos Fricke murió con tan solo 19 años de edad donde su cuerpo jamás pudo ser recuperado.

María Oliva día tras día, se quedaba las horas enteras mirando por las ventanas de la casa del Cónsul  esperando ver de regreso a su único hijo del campo de batalla, pero la noticia de la muerte, rápido se hizo eco en Cartagena y María Oliva nunca pudo perdonar a su marido. 

La rabia y el dolor la acompañaron más allá de su vida y la historia aún la recuerda en la ciudad de Cartagena, sentada tras una ventana del segundo piso y con la mirada ausente mirando fijamente el mar. Se dice que en la Muralla del Mar, donde estaba su casa (la planta baja fue usada como consulado y los dos pisos como vivienda), cuentan que tras esas ventanas sigue estando el fantasma de María Oliva que pasa las horas mirando la dirección por la que marchó su hijo escuchándose los lamentos de dolor.

La historia se entrelaza con el misterio y hace de esta una leyenda que jamás podrá ser olvidada en la ciudad de Cartagena.