El Hundimiento del Castillo de Olite

La historia comienza cuando Francisco Moreno se hizo a la mar para inspeccionar los puntos más factibles de acceso al puerto de Cartagena, dándose cuenta de que las tres zonas más accesibles habían sido reconquistadas por Precioso, el cual estaba al frente de la división 206 y había iniciado la reconquista de la ciudad. Rápidamente comunicó la situación a Burgos, Franco ordenó abortar la operación y los buques se dirigieron de nuevo a sus puertos de origen. Todos menos El Castillo de Olite, que sin radio a bordo del buque, se dirigía lentamente a su destino.

La mañana del 7 de Marzo de 1939, El Castillo de Olite amaneció envuelto en una espesa niebla y sin ningún buque aliado a la vista. Los altos mandos que estaban a bordo del buque, convencieron al alférez Rodríguez Lazaga de que quizás el resto de buques ya habían iniciado su marcha dentro de la ciudad de Cartagena. Lazaga no estaba muy convencido, pero procedentes de la ciudad de Cartagena se escuchaban a duras penas canticos militares franquistas y  con la ayuda de unos prismáticos pudieron visualizar a soldados levantar y ondear las banderas nacionales de aquella época.

En realidad, y para desgracia del Olite, la división 206 había recuperado la ciudad prácticamente al completo y cuando el buque estaba enfilando el puerto de Cartagena, un hidroavión (Heinkel 60) apareció tras el buque en vuelo rasante. El piloto se estaba jugando su vida para advertirles  de que diesen medía vuelta, pero los soldados del buque entendieron  una señal de victoria hacia la conquista de la ciudad de Cartagena.

El Castillo de Olite se acercaba a las inmediaciones de la bocana del puerto de Cartagena. En su interior cerca de 2112 soldados esperaban confiados, un desembarco en la ciudad de Cartagena que se creía ganada, pero la batería defensiva de la Parajola había sido ya reconquistada por el frente de la republica con el capitán Guirao, que estaba a las ordenes de Precioso.  Cuando vieron llegar al Castillo de Olite; Guirao dio órdenes al capitán Antonio Martinez Pallarés  que disparase al buque, pero este titubeó ya que la guerra estaba a punto de terminar y la acción de disparar era como disparar a su propio pelotón de fusilamiento. Viendo que Pallarés dudaba, Guirao desenfundó su arma y le ordenó de nuevo que la batería abriese fuego con una orden que ha pasado a los anales de la historia.

“Capitán Pallarés, los honores son suyos, pero la responsabilidad es mía; si no dispara usted, lo haré yo”

En ese momento el silencio se debió hacer en la bodega, cuando de repente escucharon los acechantes sonidos de los proyectiles de las baterías defensivas de la Parajola del puerto de Cartagena. Solo bastó un segundo disparo el cual penetró en el pañol de municiones, lo que hizo que se formase una gran explosión y el buque se hundiese rápidamente llevándose consigo a casi 1500 soldados que perdieron su vida en las costas de Cartagena; catalogado como una de las peores tragedias marítimas españolas de la historia y una de las imágenes más luctuosas de la Guerra Civil.

“Un suceso que hoy en día sigue envuelto en una bruma de misterio donde poco se ha querido divulgar sobre esta amarga historia”.