El amor, los celos y la envidia son los que llevan a esta historia a un destino trágico, dándole todo el valor para que se convierta en una leyenda recordada durante siglos; la historia de la mujer emparedada de Cartagena.
Aunque haya pasado ya mucho tiempo de aquella historia, aunque hayan cambiado y restructurado el llamado Castillo de la Concepción, eso no impide que aún la historia se recuerde y se haya convertido en una leyenda Cartagenera.
Intrigados por los misterios que esconde esta historia, nos ponemos en camino y me dirijo al Castillo para sumergirme también en la magia que esta leyenda encierra.
Según vamos subiendo nos vamos dando cuenta de las numerosas reconstrucciones que han ido surgiendo tanto en el Castillo como a sus alrededores, (no debemos de olvidar de que estamos cerca del casco histórico y junto a ella la Catedral de Cartagena, una de las catedrales con más historia de España).
Una vez que alcanzamos nuestro destino, nos ponemos a trabajar y me llevo la grata sorpresa al ver que no era el único que había oído hablar de la leyenda. Un pequeño grupo de personas que
estaba disfrutando de las vistas que ofrece esta ubicación nos aseguran de que son muchos los Cartageneros/as que tienen conocimiento de la historia de la emparedada.
La historia cuenta que hace ya mucho tiempo en la ciudad donde nos encontramos, una dama llamada doña Sol, se enamoró de un hombre de inferior linaje. Como era de esperar los padres de Doña Sol se opusieron a estos amores, no porque la familia de Don Mendo no lo mereciera, ya que pertenecían también a la nobleza, sino porque no poseía patrimonio alguno y los padres de la dama llamada Sol, querían para su hija, aparte del buen nombre, riquezas y beneficios sociales.
Aquel joven vio que nunca lo conseguiría al no ser que hiciera una gran fortuna o fuera reconocido por alguna hazaña; el caballero decidió irse a la guerra para ser alguien con algún mérito y hacer gran cantidad de dinero en poco tiempo y así tener la bendición del padre de su amada.
El joven se fue a la guerra sin darse cuenta de las consecuencias que le traería. Pasado el tiempo y al no regresar, los padres de ella aprovecharon para casarla con un noble italiano llamado Don Rodrigo Rocatti Alvear. Al cabo de dos años, la dama que se consumía en la tristeza, recibió la noticia de que su amante estaba vivo, aunque prisionero.
La dama esperanzada hizo todo lo posible para liberarle y que pudiera volver sano y salvo, pero un sirviente avisó al marido de los planes que tenía la joven dama.Celoso y dolido por no
corresponderle en amor, la condenó a morir emparedada, enterrada viva tras una pared en el Castillo de la Concepción.
El amante logró salir de la prisión y al volver se disfrazó de monje, llegó al castillo e intentó disuadir al cruel marido de sus intenciones de emparedar a la dama.
El noble italiano descubrió la verdadera identidad del monje y ordenó a sus hombres que lo apresaran. Éste, recibió un fuerte golpe en la nuca, que le hizo perder el
sentido. Don Rodrigo, tomó un pergamino y escribió en él la siguiente frase:
"Por sacrílego y desleal".
Colocó el infamante cartel sobre el pecho de Don Mendo y, ante los aterrados ojos de sus hombres de armas, cogió un clavo y sin pensárselo dos veces se lo clavó en el pecho. Viendo que aún vivía, mandó a sus hombres que le bajaran al subterráneo y lo ahorcaran y que se liberasen del cuerpo. Pero ahí no quedo todo, le contó a su mujer el trágico final del caballero mientras iba colocando piedras hasta emparedarla viva. Antes de quedar encerrada la dama en un último suspiro lo maldijo diciendo:
"¡De aquí a veinte días morirás!". El marido sintió que se le helaba la sangre, pero no dudo en terminar la macabra ejecución de su esposa.
Nadie pudo impedir que la maldición se cumpliera. A los veinte días cayó fulminado sin motivo aparente.
Desde entonces muchos son los que hablan de apariciones nocturnas de una mujer, la mujer de nombre Sol, que fue emparedada en el Castillo de la Concepción.
CANTO A DOÑA SOL
“Por las rondas y murallas,
por miradores y almenas
al anochecer camina
Doña Sol de Cartagena.
Es fantasma antiguo y noble,
que anda por la noche en pena.
Nunca sale del castillo,
Ay, nunca jamás lo hiciera,
Que emparedada quedó,
donde ya nadie recuerda.
Blanca como perla o luna,
Doña Sol de Cartagena.
Dicen que fue por infiel,
que allí Doña Sol muriera.
Pero no es infiel, no, quien
por amores de antes yerra.
Maridó a Corregidor,
aunque jamás lo quiso ella.
Que amores tenía serios
con galán que la requiebra.
Amores ciertos que facen
primero perder cabeza,
y más, latir corazón,
e destruir el alma entera
Berberiscos en galeras
desembarcan atrevidos
en la misma Cartagena.
Cautivo llevan galán
hasta ese puerto lejano
que todos dicen Argelia.
Mandaderos Doña Sol,
hasta el África ordena
partir que rescate pidan
por su amor. Y sin cadenas,
escondido se lo traigan
a la misma Cartagena.
Pero no piden tesoros,
¡ay, que nunca lo pidieran!
¡Quieren volver ellos mismos
a la misma Cartagena!
Que desde allí, expulsados,
por el rey español fueran.
¡No quieren dineros, no;
Que quieren a Cartagena!
Llora Doña Sol y llora.
La duda le duele y apena.
¿Ha de mandar corazón…
O ha de mandar cabeza?
Corazón pide galán
mas la cabeza… ¡que muera!
Puede más corazón, siempre.
Y a sarracenos les muestra
pasadizos del Castillo,
para asaltar por sorpresa
altas murallas y torres
que defienden Cartagena.
Pero siempre habrá traidores.
y al Corregidor le llega
noticia de la intención
que en sí Doña Sol alberga.
Y mandándola llamar,
luego, viva la empareda.
Detrás de la cal, la voz
de Doña Sol bien se oyera:
“Tú me quitas vida, esposo.
y yo te emplazo que mueras,
de hoy a veintiún días,
si no me desemparedas,
antes de que mi voz calle
tras esta cal que me encierra.
Pues si pequé por amor,
y el pecado grave fuera,
el Dios Grande te diría:
nunca amor vale tal pena.
Que es amor la sal del mundo
y tú nunca lo tuvieras,
ni por mí, ni aún por nadie,
desque Corregidor fueras.
Pues como hombre confundías
honores, gloria y soberbia”
A los días veintiuno,
campanas tocaban penas.
duelo cantaban iglesias.
El Corregidor moría,
como Doña Sol dijera.
No quiso Dios que la dama
ni al alto Cielo subiera,
ni, como el Corregidor,
al Averno descendiera.
Y la dejó en el Castillo,
hermoso fantasma en pena.
Por las rondas y murallas,
por miradores y almenas
al anochecer camina
Doña Sol de Cartagena.
que siempre a las mismas horas
sale como luna llena,
barca sola a la deriva,
en el mar de su tristeza”
Editado por Antonio Pérez Díaz
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Fuentes
del artículo: Archivo Municipal de Cartagena / elmausoleo.jimdo.com
Enlace sugerido: Cartagena, ciudad de tesoros.
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anonimo (martes, 17 marzo 2015 10:35)
balla mierda de historia
anonimo (martes, 17 marzo 2015 10:37)
tu eres la mierda
pene_chocho XD (martes, 17 marzo 2015 10:38)
sois unos mongolos no sabeis de cultura